Convocados por los nobles ideales siempre vigentes de la instauración de la Cristiandad y hacer conocer y amar la Misa Tridentina, cerca de 80 peregrinos nos aprestamos para hacer la segunda Peregrinación a la Basílica de Nuestra Señora de Luján desde la localidad bonaerense de Rawson, llegando a caminar finalmente alrededor de 100 km. Fue notable no solamente la participación de cada uno de nosotros sino de varias familias que emprendieron la marcha a lo largo de tres días.
El itinerario de la Peregrinación se dividió en tres etapas: durante el día sábado 20 de agosto, caminamos entre Rawson y Rivas. Durante el domingo 21, lo hicimos entre Rivas y la ciudad de Mercedes y, finalmente, el lunes 22 emprendimos el tramo final de nuestro itinerario a pie hasta la misma Basílica de Nuestra Señora de Luján.
Ya el viernes por la tarde, desde la Estación de Retiro, un buen número de peregrinos se subió al tren que tenía destino final en Junín y una parada en Rawson. Fue un largo viaje que sirvió para comenzar a conocerse entre sí. El sábado poco antes de amanecer, a su vez, una combi salió desde Plaza Italia para llevar al segundo grupo de peregrinos que salían desde Buenos Aires. Además llegaron también peregrinos de Junín (Bs As), Córdoba y Mendoza.
Cada uno de los días de peregrinación fue bendecido con la celebración de la Santa Misa y con la presencia de sacerdotes que estuvieron a disposición de las necesidades de los fieles, administrando el Sacramento de la Penitencia y aconsejando paternalmente a los peregrinos para el crecimiento de la vida espiritual. En vistas a facilitar la participación en la Santa Misa, cada uno de los caminantes contó con un libro en el cual se encontraba el ordinario de la celebración. Además, este libro nos ofrecía oraciones, canciones y textos para la meditación.
La Peregrinación comenzó “oficialmente” con la celebración del Santo Sacrificio de la Misa en Rawson, en la iglesia parroquial de, alrededor de las 9.00, para la que se hicieron presentes amigos provenientes de Córdoba, Junín, La Plata, Bella Vista, Escobar, Buenos Aires y otras localidades de nuestra Patria. Luego de la Santa Misa, celebrada por el Padre Alejandro de los Siervos Reparadores del Corazón Eucarístico de Jesús, fueron bendecidos las banderas, estandartes y objetos religiosos.
Nos agrupamos en torno a tres “capítulos”: Sedes Sapientiae, Santo Toribio de Mogrovejo y San Luis rey de Francia, que a lo largo de la peregrinación fueron turnándose en la formación de la caminata rumbo a Luján. Los capítulos están conformados por comunidades naturales (parroquias, pueblos, ciudades, colegios o familias) sumándose a estos algunos peregrinos “sueltos”. Estábamos acompañados y guiados por una hermosa réplica de la Virgen de Luján que había salido del santuario 30 años antes y que prestó la familia Sernani, la cuál agradecemos.
A lo largo de las jornadas, además de impulsar la marcha con cantos y ¡vivas! y escuchar textos que nos servían para hacer meditación, rezamos el Santo Rosario completo, a veces en castellano y otras veces en latín. Resultó una buena práctica cantar el texto del Pater noster, el Ave María y el Gloria Patri para animar a los muchachos y chicas –bueno, algunos no tan muchachos ni tan chicas…- durante el itinerario.
Al finalizar el primer día de peregrinación, hicimos noche en un campo pasando Gral Rivas. Cada uno pudo la carpa con el último aliento de esfuerzo. Allí pudimos saborear, además de una sopa de zapallo espectacular, unos fideos muy bien hechos que nos ayudaron a pasar el frío helado de la noche.
El segundo día de peregrinación comenzó tempranito. Nos levantamos a las 6.30 y alrededor de una hora después, una vez que desarmamos las carpas y con un buen mate cocido encima, volvimos a retomar la marcha, rumbo a la ciudad de Mercedes. Durante las paradas y descansos, el equipo de logística (conformado por el capítulo San José), igualmente que el primero día, se mostró muy servicial en la atención de los peregrinos. Alrededor de las 16.30 llegamos al templo de “San Patricio”, y poco después de las 17.00 volvimos a participar de la Santa Misa, celebrada por el Padre Isidro de los Franciscanos de la Inmaculada. Resultaba llamativo ver a tantos peregrinos elongar, moverse para no enfriarse, pinchar ampollas y por qué no, hacerse algún sueñito en la escalinata de la iglesia. Poco después de terminar la Misa, nos trasladamos –la mayoría en auto o camioneta- al campo donde volvimos a hacer noche. No podía faltar en una peregrinación hecha en las pampas argentinas un buen asado. Así fue nomás. En la cena empezaron a desfilar esos choris y sándwiches de vacío maravillosos… y algo de vino tinto, el todo adornado por chacareras y zambas propios de nuestra identidad.
El lunes, en el cual emprendimos el tramo final de nuestra peregrinación atravesando más y más campos de nuestra pampa adornados de sus trigos, haciendas y bellezas de la creación, todos seguíamos muy bien animados. Quien más, quien menos, todos los peregrinos llegamos a pie al Santuario de Nuestra Señora de Luján. Ver las agujas de la Basílica fue algo espléndido. Un poco más… Al momento de llegar a la avenida principal de la Villa, nos formamos detrás de la Imagen de Nuestra Señora y de las banderas y estandartes y entramos en procesión al templo. Honramos en su casa a la Virgen con cantos y oraciones. A más de un visitante de la Basílica le llamó la atención ver a un grupo tan compacto y devoto de la Nuestra Señora. A las 17 Mons. Antonio Baseotto, Obispo castrense emérito, celebró la Misa en el Altar Mayor de la Basílica de Luján. Un acontecimiento, por cierto histórico. Fue muy bien recibido por el Rector de la Basílica, del mismo modo que los peregrinos. Al finalizar la Santa Misa, aquellos que se habían preparado, hicieron la Consagración a la Santísima Virgen según la fórmula que propone San Luis María Grignon de Monfort.
“De la forma dada a la sociedad, conforme o no con las leyes divinas, depende la salvación de las almas”. Este pensamiento de S.S. Pío XII nos señala la importancia fundamental que tiene vivir en un orden social católico, es decir, una Cristiandad, para facilitar a los hijos de Dios la salvación. Hemos peregrinado para que en nuestra querida Patria, parafraseando a S. S. León XIII, la religión católica inspire las leyes, las instituciones, la moral, los estamentos y relaciones sociales; para que la religión católica se vea “colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde” y florezca “en todas partes gracias a la adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados”. Hoy, como ayer, no podemos renunciar al ideal de la Cristiandad. Como dice el texto de una de las meditaciones que compartimos: “Tender a una nueva Cristiandad significa hacer lo posible para que la política, la moral, las artes, el Estado, la economía, sin dejar de ser tales, se dejen penetrar por el espíritu del Evangelio”. Nuestro deseo vehemente es el de “volver al meollo de la Cristiandad, ese espíritu transido de nostalgia del cielo, a esa cultura que empalma con la trascendencia, a esa política ordenada al bien común, a ese trabajo entendido como quehacer santificante, volver a la verticalidad espiritual…”. Y a nosotros, argentinos, el espíritu de Cristiandad nos vino mediante España. “Levantemos, pues, las banderas de nuestra tradición nacional, greco-latina-hispánico-católica”. Sin olvidar, por cierto, las sabias palabras de San Pío X: “No, la civilización no está por inventarse, ni la ciudad por construirse en las nubes. Ha existido, existe; es la civilización cristiana, es la ciudad católica. No se trata más que de instaurarla y restaurarla sobre sus naturales y divinos fundamentos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía nociva, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo”.
Como reza el Himno del Congreso Eucarístico Internacional de 1934 en Buenos Aires: “Dios de los corazones / sublime Redentor / domina las Naciones / y enséñanos tu amor”. Jesús reina en la Eucaristía. Y la Eucaristía se confecciona en la Santa Misa. La Misa de siempre. Como afirma Juan Pablo II: “La Eucaristía es por encima de todo un sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiempo sacrificio de la Nueva Alianza”. “¡Gran misterio la Eucaristía! Misterio que ante todo debe ser celebrado bien. Es necesario que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas establecidas, con la participación del pueblo, la colaboración de los diversos ministros en el ejercicio de las funciones previstas para ellos, y cuidando también el aspecto sacro que debe caracterizar la música litúrgica”. “El sacerdote ofrece el Santo Sacrificio «in persona Christi», lo cual quiere decir más que «en nombre», o también «en vez» de Cristo. «In persona»: es decir, en la identificación específica, sacramental con el «Sumo y Eterno Sacerdote», que es el Autor y el Sujeto principal de este su propio Sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie. Solamente El, solamente Cristo, podía y puede ser siempre verdadera y efectiva «propitiatio pro peccatis nostris ... sed etiam totius mundi». Solamente su sacrificio, y ningún otro, podía y puede tener «fuerza propiciatoria» ante Dios, ante la Trinidad, ante su trascendental santidad. La toma de conciencia de esta realidad arroja una cierta luz sobre el carácter y sobre el significado del sacerdote-celebrante que, llevando a efecto el Santo Sacrificio y obrando «in persona Christi», es introducido e insertado, de modo sacramental (y al mismo tiempo inefable), en este estrictísimo «Sacrum», en el que a su vez asocia espiritualmente a todos los participantes en la asamblea eucarística”. La celebración del Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962 no se ha abrogado nunca -numquam abrogatam-.
La Virgen ha hecho posible a través de la providencia que esta Segunda Peregrinación NSC se lleve adelante exitosamente ocupándose de infinidad de detalles que nosotros los hombres nunca hubiéramos podido hacer solos, tanto en la organización como en el socorro para que el peregrino pueda lograr su cometido. Dios nos ayude para que el próximo año podamos renovar nuestra intención de volver a ver a Cristo reinar en nuestra querida Patria y ser más adoradores, reparadores y amadores del Santísimo Sacramento del Altar y del Santo Sacrificio de la Misa y que podamos ser muchos más en la Tercera Peregrinación NSC. Non nobis Dómine, non nobis, sed Nomini tuo da gloriam.